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lunes, 15 de noviembre de 2010

ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE - LA HEGEMONÍA COLORADA (1947-1954) / COLECCIÓN LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY, Nº 12 © Editorial El Lector - 2010.



LA HEGEMONÍA COLORADA (1947-1954)
Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
COLECCIÓN
LA GRAN HISTORIA DEL PARAGUAY,  Nº 12
© Editorial El Lector
Director Editorial: Pablo León Burián
Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina
Director de la Colección: Herib Caballero Campos
Diseño de portada: Celeste Prieto
Diseño Gráfico: César Peralta G.
Corrección: Nidia Campos
Portada: El General Higinio Morínigo dirigiendo
operaciones durante la Guera Civil de 1947,
Colección Bernardo Neri Farina
Fotografías: Museo e Instituto de Historia Militar de Asunción
y Biblioteca Nacional de Asunción.
Hecho el depósito que marca la Ley 1328/98
I.S.B.N. 978-99953-1-084-4
El Lector I: 25 de Mayo y Antequera. Tel. 491 966
El Lector 11: San Martín c/ Austria.
Tel. 610 639 - 614 258/9
Esta edición consta de 15 mil ejemplares
Asunción – Paraguay (2010 – 133 páginas)


CONTENIDO
PRÓLOGO
INTRODUCCIÓN
LA BÚSQUEDA AFANOSA DEL PODER : El coloradismo en la Revolución de febrero / El despegue del franquismo / Una convención tumultuosa / Muerte del general José Félix Estigarribia / Morínigo, presidente constitucional / La primavera democrática / ¿Serán elecciones libres y justas? Factores favorables. Factores desfavorables / Maniobras recientes / La posición del Presidente
POSICIÓN DE LOS GRUPOS Y PARTIDOS POLÍTICOS : Partido Liberal / Partido Colorado / Franquistas o febreristas / Comunistas / Planes del Gobierno para organizar un partido obrero-campesino / Morínigo reafirma su autoridad como presidente / El gobierno de Coalición / Se derogan las medidas restrictivas / Las colisiones de la coalición
CONCEPCIÓN SE LEVANTA EN ARMAS : La batalla de Tacuatí / Desprendimiento de Concepción
LA HEGEMONÍA COLORADA : Juan Manuel Frutos (3 de junio - 15 de agosto de 1948) / Natalicio González (15 de agosto de 1948 - 30 de enero de 1949) / General Raimundo Rolón (1 al 26 febrero de 1949) / Dr. Felipe Molas López (27 de febrero al 11 de setiembre 1949) / Dr. Federico Chaves (11 de setiembre de 1949 al 4 de mayo de 1954)
EL AUTOR
FUENTES CONSULTADAS



PRÓLOGO
Este libro se ocupa de un proceso más que polémico de la historia paraguaya, el que abarca desde el inicio de la Guerra Civil de 1947, hasta la caída de FEDERICO CHÁVEZ.
ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE es el más destacado conocedor de los acontecimientos acaecidos durante los años 40 y 50, período que marcó indeleblemente al Paraguay durante la segunda mitad del pasado siglo.
El libro está escrito de tal forma, que el lector se encuentre con las circunstancias que permitieron el desarrollo del proceso por el cual el Partido Colorado accedió a las altas esferas del poder de la República. Es por ese motivo que el autor inicia su análisis desde varios lustros antes permitiendo al lector comprender a cabalidad como las coyunturas permitieron el inicio de la hegemonía colorada.
Dicho proceso se encuentra documentado por el autor, quien va demostrando las acciones, posiciones y discusiones que se daban en el seno de la Asociación Nacional Republicana desde la llanura con el objetivo de llegar al poder, en este sentido afirma que "En su afán por regresar al poder, el Partido se metía en conspiraciones, a veces, y otras, en legítimos medios democráticos. En cualquiera de los casos, el resultado era la frustración". Dicha frustración concluyó por una serie de factores el 13 de enero de 1947, con el apoyo del entonces Presidente General Higinio Morínigo, y en respuesta a dicha   acción las demás agrupaciones políticas y el ejército se levantaron en armas iniciándose la última guerra civil que se recuerda en la historia paraguaya.
El autor explica con claridad los motivos que coadyuvaron a la victoria del gobierno colorado. Así mismo describe la realidad del país tras finalizar tan doloroso enfrentamiento.
Estima en miles de muertos y exiliados y una sociedad dividida en vencedores y vencidos, odiosa fractura que pervivió por décadas.
Así mismo en la última parte de la obra, el autor analiza los primeros gobiernos de la hegemonía colorada, y las obras emprendidas por los mismos, además de mostrarnos la terrible disputa interna entre los democráticos y guiones rojos por el poder recién adquirido. De esa forma algunos Presidentes de la República permanecieron en el Palacio de Gobierno por algunos meses y otros incluso por escasos días.
El conocimiento del autor así como su capacidad de comunicar en forma sintética tan complejo proceso proporciona al lector las claves que le permitirán una mejor comprensión de la política paraguaya en la segunda mitad del siglo XX, por sobre todo la instauración de un régimen autoritario que gobernó durante más de tres décadas.


INTRODUCCIÓN
Mucho antes de que la política partidaria se instalara en nuestra sociedad, los políticos habían marcado el camino de una actividad que tantos dolores de cabeza habría de causarnos. Y no por culpa de la política que supone la mejor herramienta conocida para satisfacer las aspiraciones del pueblo.
Dicho camino está colmado de prácticas astutas, inescrupulosas, egocéntricas. Se entiende, entonces, que en muchos tramos de nuestra historia los partidos políticos estuviesen distanciados de la sociedad resignada a contemplar, y a sufrir muchas veces, no sólo a los partidos hegemónicos sino a movimientos políticos hegemónicos que se remontan a los orígenes mismos de nuestra contienda cívica.
Meses antes de finalizada la Guerra de la Triple Alianza, y con evocación de la Revolución Francesa, en Asunción se crearon los "Clubes", como anticipo a los partidos políticos. El 31 de marzo de 1869, cuando López, ya derrotado se afanaba aún en sobrevivir, se fundó el Club Unión Republicana, con hombres de la Legión Paraguaya y la Asociación Paraguaya. La Legión, compuesta por los paraguayos llegados de la Argentina que combatieron a López, y la Unión Republicana, por quienes lo habían defendido.
Tres meses después, el 26 de junio de 1869, se fundó el Club del Pueblo, que contó tal vez con el más talentoso hombre de su tiempo, José Segundo Decoud. Este Gran Club, de tendencia  liberal, tendría una enorme gravitación en la vida política hasta  la sanción de la Constitución.
El 23 de marzo de 1870 -nueve meses después de fundado el Club del Pueblo - se fundó el Gran Club del Pueblo, una nucleación netamente liberal, integrada, entre otros, por algunos nombres que tendrían enorme influencia en el futuro como Juan Silvano Godoi, Mateo Collar, Facundo Machaín, José Segundo Decoud, su hermano Juan José Decoud, Salvador Jovellanos, Benigno Ferreira.
La reorganización tuvo por objetivo las elecciones previstas para el 3 de julio de 1870. Este Gran Club del Pueblo se hizo de un diario, "La Regeneración", en el que exponían sus ideas liberales para la futura Constitución, inspiradas en los constitucionalistas norteamericanos.
Al día siguiente, o sea, el 4 de julio de 1870, los opositores al Gran Club del Pueblo, nucleados en Unión Republicana, fundaron el Club del Pueblo, integrados, entre otros, por Cándido Bareiro, los hermanos Cayo y Fulgencio Miltos, Juan Bautista Gill, todos ex combatientes en el ejército de López.
Estos son los antecedentes inmediatos de los dos grandes partidos que serían tales 17 años después, o sea, en 1887 y que ejercerían la hegemonía, naturalmente en tiempos distintos, por muchos, azarosos y continuados años.
Estas actividades fundacionales se dieron en una sociedad sin antecedentes políticos; sin ninguna experiencia en el debate, la discusión, la defensa o el ataque de propuestas ideológicas de ningún orden. Una sociedad moldeada por el autoritarismo del Dr. Francia; por otro más benigno, pero igualmente autoritario, de Carlos Antonio López seguido por el Mariscal López hasta su muerte en Cerro Corá. Estos autoritarismos, desde el día de la Independencia -no incluyo los de los tiempos coloniales- no conocieron de pausas por espacio de 60 años.
Frente a una sociedad con estos antecedentes no podía sino instalarse estos dos extremos: la indiferencia o el ardor acerca de las gestiones gubernativas. A estos hechos debe agregarse un escenario totalmente nuevo: los jóvenes formados en la Argentina que se integraron o reintegraron al país con una visión, lógicamente muy distinta, a la sostenida por el resto de los ciudadanos con una educación muy limitada, poco informada de lo que acontecía o se pensaba más allá de la frontera.
Los paraguayos, o hijos de paraguayos que abandonaron el país a la fuerza, se encontraron con una tarea enorme por hacer en todos los órdenes. Representaban el modernismo, el dinamismo, la savia nueva, en una sociedad arcaica agravada por la descomunal tragedia de la que procuraba salir por sus propios y muy limitados medios.
Con la autorización de la fuerza de ocupación -nada se podía hacer sin su visto bueno - el 5 de agosto de 1869 se eli-gió, a iniciativa de los sobrevivientes de la Legión Paraguaya, un triunvirato para administrar el país bajo la vigilancia de los victoriosos. El triunvirato estuvo compuesto por Carlos Loizaga, Cirilo Antonio Rivarola y José Díaz de Bedoya, quienes empezaron su tarea el 15 de agosto de 1869 hasta el 31 de agosto de 1870.
Casi a un mes de instalado el Triunvirato, el 10 de setiembre da a conocer un manifiesto que expresa con crudeza la realidad del país. Copio algunos párrafos:
“...millares de paraguayos, de ambos sexos, de toda edad y condición se desprenden de las sierras y montes, afluyendo en interminables caravanas a los caminos reales que conducen a esta capital.
"Estos mismos caminos van quedando cubiertos de cadáveres de infelices que sucumben antes de llegar a los puntos y primeras estaciones (...) Jamás pueblo alguno fue tan cruelmente martirizado, ni ofreció un ejemplo semejante pero los sentimientos humanitarios crecen en proporción, y se hallan a la altura de tantos padecimientos"
El manifiesto es extenso. Los últimos párrafos están dedicados a la idea que se defendería en la Asamblea Constituyente: "Que la libertad del pensamiento y de la prensa -dice - que fueron el derecho exclusivo del gobierno sea el patrimonio de todo un pueblo.
"Que las puertas del Paraguay cerradas y fiscalizadas, sean abiertas de par en par a todos los hombres del mundo que quieran residir entre nosotros, comerciar, ejercer su industria, su culto y sus artes, libremente.
"Que la tierra clásica de la tiranía, del monopolio y de la restricción, lo sea de la expansión convirtiéndose en foco de todas las libertades conquistadas por la civilización y ya que el Paraguay es el último país de la América que se organice en la condición de pueblo libre, sea el primero en constituirse consagrando en su código todas y cada una de las libertades de que gozan las demás naciones...".
Estas ideas, típicamente liberales, serían consagradas en la Constitución. Pero del dicho al hecho...
El Triunvirato llamó a la ciudadanía, el 3 de mayo de 1870, a una Convención Constituyente para el 15 de agosto del mismo año. Para llegar a ella, hubo un intento de que los Clubes se unieran. No fue posible. En este intento se echaron las bases de lo que caracterizaría la vida partidaria en nuestro país en varias etapas de su historia: la astucia, la mala fe, la intolerancia, el insulto desmedido.
La reunión tenía que haberse realizado el 7 de mayo de 1870 en el Teatro Nacional. De acuerdo con la denuncia de los dirigentes del Gran Club del Pueblo, o Partido Liberal, cuando éstos llegaron ya no había asientos disponibles. Fueron copados por los del Club del Pueblo, o Bareiristas.
Benigno Ferreira, titular del Gran Club, en nombre de la libertad de expresión que su partido quería extender para todos los habitantes, firmó un manifiesto que también fue fundacional en la nueva era: estaba cargado de encendidas palabras, de pasiones que ahogaron la razón.
Copio algunos párrafos:
"El Petit Club López -así llamaba al Club del Pueblo por su presidente, Cándido Bareiro, y otros miembros ex combatientes - no quiere la unión. El Gran Club la buscó, franca y lealmente.
"Caiga sobre los anarquistas la maldición de todos los que aman nuestra querida patria".
"El pueblo paraguayo, sumiendo en el polvo la maldita frente de los tiranos, no ha de permitir que, nuevos verdugos vengan a hacer correr la sangre de nuestros hermanos".
"El día de las elecciones triunfará el pueblo, porque ya conoce a sus nuevos y pretendidos déspotas, para relegarles al más soberano desprecio".
"En vano las artimañas y trampas del Petit Club López, se pondrán en juego para falsear las elecciones".
Días después, en otro manifiesto firmado también por Benigno Ferreira, leemos:
"Bareiro representa la tiranía, su pasado es negro, sus antecedentes pérfidos. No lo dudéis, amados conciudadanos. En Bareiro está encarnado lo más odioso del despotismo; criado y educado por López, además de ser su pariente, defiende en nuestro país y ha defendido en el extranjero la muerte y exterminio del Paraguay".
"Paraguayos: ya estáis avisado. Bareiro os ofrece la horca en su proclama para cuando llegue su dominio. No lo dudéis: ha de cumplir; la sangre que corre por sus venas es del maldito López".
Los "bareiristas", aunque no presentaron la otra mejilla, acudieron a expresiones más bien tibias frente a las encendidas de sus adversarios. Valgan estos párrafos:
"Esos pocos ilusos, esos falsos hermanos, sin opinión, sin prestigio, sin medios de acción, pretenden lanzarnos del seno de la Patria, negarnos el agua y el fuego; ellos, que no concurrieron jamás al sostén de sus hermanos, ellos que, en ningún tiempo, lucharon más que por sus intereses particulares". "Valiéndose de un arma gastada, nos llaman Lopiztas, y quieren imponernos su voluntad, cuando no cuenta con otras voluntades sino con las de vosotros, que en cumplimiento de vuestros deberes vertísteis vuestra sangre, para contribuir a darles a ellos la Patria que hoy quieren para ellos solos".
En ningún momento en esta, ni en otra respuesta, se utiliza el "legionarismo" como sinónimo de traición a la patria como se haría mucho más adelante de manos de Juan E. O´Leary, retomado después por el stronismo contra los liberales y contra cualquier otro adversario.
Los miembros del Club del Pueblo más bien se defendían del hecho de haber participado en la Guerra a las órdenes de López. Se entiende. López acababa de morir y la patria estaba en manos de sus verdugos.
Hasta bien entrado el siglo XX, el grupo político hegemónico se sustentaba en el antilopizmo. Al término de la guerra, la sociedad paraguaya, o por lo menos una gran parte de ella, se sintió como avergonzada -o la hicieron sentir - por haber sido la protagonista de un acontecimiento singular del que no tuvo una exacta conciencia sino mucho tiempo después.
En el manifiesto del grupo de Cándido Bareiro se acusa al adversario de querer la patria "para ellos solos". Esta frase define con exactitud el drama que la sociedad paraguaya habría de padecer en toda su historia frente a los partidos políticos homogéneos: cada uno de éstos ha querido la patria para sí mismo, para valerse de ella, para vivir de ella, para someterla a sus intereses con exclusión de los intereses de los demás.
Esta idea de una patria particular, privada, es la que ha incubado y sostenido las dictaduras abiertas o solapadas. Uno no sabe cuál es peor: si la dictadura asumida o la que se presenta con la piel de la democracia. De todos modos, las consecuencias son las mismas: una sociedad golpeada, humillada, sin iniciativas, que mira desde su ventana entreabierta los hechos más escandalosos, como la corrupción, la arbitrariedad, el uso de la justicia para las injusticias, etc.

LA CONSTITUCIÓN DE 1870

El 3 de mayo de 1870 el Triunvirato llamó a la ciudadanía a una Convención Constituyente para el 15 de agosto del mismo año. Los candidatos del Gran Club del Pueblo ganaron por amplia mayoría a los del Club del Pueblo o "Bareirista".
Los convencionales dieron al Paraguay su primera Constitución Democrática Liberal. Quedó consagrada la libertad política, económica y social sin la tutela del Estado. Estuvo inspirada en los principios básicos enunciados en la Declaración de Independencia de los EE.UU. y su Constitución. Pronto surgieron las críticas centradas en que no era una Constitución para el Paraguay del momento, sino para un país política, económica, cultural y socialmente desarrollado.
El mismo José Segundo Decoud, uno de los principales redactores, escribió siete años después:
"...Es indispensable la reforma de la Constitución, medida que ya se ha venido indicando por la prensa en reiteradas ocasiones y que responde a una necesidad sentida. Esta reforma constitucional es reclamada imperiosamente por las circunstancias aún angustiosas porque cruza el país y es aconsejada por la prudencia y el patriotismo. Nuestra Constitución, por su poca originalidad, adolece de más defectos que ninguna otra, y es natural que enmendemos sus errores haciéndola más adaptable y práctica a nuestro modo de ser. De qué sirvieron las más bellas instituciones, si no se comienza por educar al pueblo y prepararle para el ejercicio de sus derechos. No basta tener una magnífica Constitución escrita, es necesario que ella esté también incrustada en el corazón del ciudadano...".
Por esa época, el médico, psicólogo y sociólogo francés, Gustavo Le Bon, trabajaba para su conocida obra Psicología de las multitudes, que la daría a conocer en 1895. Según Le Bon, el conjunto de caracteres comunes que impone la herencia a todos los individuos de una raza, constituye el alma de esa raza, que es el factor fundamental del proceso histórico. Es ella -dice - la que determina la evolución histórica, las transformaciones políticas y sociales, las instituciones, las artes, las ciencias; en una palabra, toda la esfera de las formas ideológicas".
Si vamos a creer en el alma de la raza -tema del que se había ocupado Manuel Domínguez- es posible entonces que la Constitución de 1870 no tuviera en cuenta nuestra "evolución histórica". Tal vez por ello -o sin tal vez- no fue decisiva para las "transformaciones políticas y sociales" que habían pretendido los convencionales de 1870 a juzgar por sus resultados.
La Carta Magna fue sancionada el 24 de noviembre. El mismo día, la Convención constituyó el Colegio Electoral que eligió a Facundo Machaín Presidente del Primer Período Constitucional. Antes de 24 hs. el Dr. Machaín fue derrocado y sustituido por Cirilo Antonio Rivarola. La brevedad de este tiempo "democrático", la frustración del período legal, marcarían para siempre a los Presidentes de la República en lo que restaba el siglo XIX y todo el siglo XX. El término medio era sólo de dos años y meses de mandato de los presidentes. El cambio de gobierno, ya se sabe, -y máxime cuando obedece a hechos violentos- trae consigo innumerables nuevos problemas nacionales.
Este es el inicio, brevemente expuesto, de nuestra vida cívica. Un mal comienzo no tiene porque necesariamente seguir siendo malo. Siempre hay tiempo para corregirlo, mejorarlo, enmendarlo. El problema es que los partidos políticos, junto con sus movimientos, no se hicieron de ese tiempo para la reflexión serena, para "el mea culpa", para el salto adelante.
Por casi 30 años el "caballerismo", es decir, el Partido Colorado, mantuvo su hegemonía hasta 1904, año en que se produce el levantamiento liberal. Para ello, se unieron las dos grandes fracciones, cívicos y radicales, que pronto, desde el poder, habrían de enfrentarse incluso con varios levantamientos armados de trágicas consecuencias para el país.
Los mismos redactores de la Constitución, o quienes habían jurado su cumplimiento, pronto se olvidaron de su contenido "democrático y libertario". Frente a los desmanes de los caudillos, al resto de la sociedad sólo le quedaba mirar y sufrir impotente la violación de sus más elementales derechos.
La hegemonía liberal llegó a su fin con la revolución de febrero de 1936. Aunque año y medio después retomó el poder, ya había perdido su antiguo vigor, incluso para las peleas. En total, casi cuatro décadas de hegemonía. Después serían 60 años del Partido Colorado.



FUENTES CONSULTADAS
*. Amaral Raúl, 1994, Los presidentes del Paraguay, Asunción, Bibliotecas de Estudios Paraguayos - volumen 50
*. Araujo Bartolomé, sin año de edición, Guerra civil del Paraguay,1947, Buenos Aires, Ed. del autor
*. Artaza Policarpo,1988, Ayala, Estigarribia y el Partido Liberal, Asunción, Narciso F. Palacios, Editor
*. Ashwell Washington, 1996, Historia Económica del Paraguay, Asunción, Ediciones y Arte
*. Ashwell Washington, 2007, Concepción 1947, Asunción, Servilibro
*. Barcena Echeveste Oscar, 1983, La revolución de Concepción de 1947, Asunción, El Lector
*. Bonzi Antonio, 2001, Proceso histórico del Partido Comunista Paraguayo, Asunción, Arandura
*. Bray Arturo, 1981, Armas y letras, Asunción, Ed. Napa Ceuppens Henry, 2003, Paraguay ¿un paraíso perdido?, Asunción, Ed. del autor
*. Duré Franco Sixto, 1987, La revolución de 1947 y otros recuerdos, Asunción, Ed. Histórica
*. Ferreira Saturnino, sin año de edición, Proceso Político del Paraguay, volúmenes I, II y III, Asunción, El Lector Figueredo Federico, 2000, Adiós a mi carrera, Asunción, Ed. del autor
*. Galeano Alfredo, 1990, Recuerdos y reflexiones de un soldado, Asunción, Criterio Ediciones
*. Gaona Volta, 1988, La revolución del 47, Asunción, Imprenta Militar
*. González Delvalle Alcibiades, 1987, El drama del 47, Asunción, El Lector
*. González Natalicio, 1982, Vida y pasión de una ideología, Asunción, Napa
*. Grow Michael, 1988, Los Estados Unidos y el Paraguay durante la Segunda Guerra Mundial, Asunción, Ed. Histórica Hemeroteca de la Biblioteca Nacional
*. Méndez Epifanio, 1989, Lo histórico y lo antihistórico en el Paraguay, Asunción, Intercontinental Editora
*. Pampliega Amancio, 1984, Misión cumplida, Asunción, El Lector
*. Pangrazio Miguel Ángel, 2000, Historia política del Paraguay, Asunción, Intercontinental Editora
*. Ramos Alfredo, 1985, Concepción 1947, La revolución derrotada, Asunción, Ed. Histórica
*. Seiferheld Alfredo, 1988, Conversaciones político-militares, Asunción, Ed. Histórica
*. Seiferheld Alfredo, De Tone José Luis, 1987, La caída de Federico Chaves, Asunción, Edit. Histórica
*. Vitone Luis, 1975, Dos siglos de política nacional, Asunción, Dirección de Publicaciones de las Fuerzas Armadas
*. Zamorano Carlos, 1992, Paraguay insurreccional del siglo XX, Buenos Aires, Ediciones Sapucai.


ARTÍCULOS PUBLICADOS EN ABC COLOR:


UNA MASACRE CORONÓ LA CRUEL GUERRA CIVIL DEL 47
La guerra civil que asoló el país entre marzo y agosto de 1947 fue en verdad uno de los pasajes más oprobiosos de nuestra historia contemporánea. La misma acabó en una masacre en la que se asesinaron incluso a héroes de la Guerra del Chaco.
Alcibiades González Delvalle, en su libro “La hegemonía colorada 1947-1954”, rememora esos hechos. El libro aparecerá este domingo con el ejemplar de ABC Color, en el marco de la Colección La Gran Historia del Paraguay, editada por El Lector. He aquí un pasaje del libro que habla, justamente, del final de aquella contienda fratricida.
En la segunda quincena de marzo –la reseña se basa en el libro de uno de los jefes de la revolución– se iniciaron las operaciones militares desde Puerto Ybapobó, sobre el río Paraguay, a 60 kilómetros al sur de Concepción. El objetivo era destruir o rechazar las unidades del Gobierno concentradas en la zona de San Pedro y luego continuar hacia el sur en dirección a la capital del país.
La intención fue rechazada por las fuerzas de Morínigo, muy superiores en armas y hombres, que pasaron a la ofensiva en los primeros días de mayo. Se replegaron en dirección a Punta Rieles, Ybapobó, y hacia el pueblo de Tacuatí –90 km al Este de Concepción– amenazando envolver a los revolucionarios. Los gubernistas concentraron una parte importante de sus fuerzas en la zona de Tacuatí, que luego habría de caer en poder de los revolucionarios, comandados por el coronel Ramos. El éxito se tradujo en 200 prisioneros y la apropiación de armas pesadas y livianas.
El coronel Ramos quiso continuar con las acciones en busca de nuevas victorias, pero el Comando no pudo, por la escasez de armas, proporcionarle más combatientes. Otra hubiera sido la situación, por lo menos en esta fase inicial, si hubiera prosperado la conspiración en la Marina, ahogada a balazos, el 27 de abril de 1947.
Mientras se producía la batalla de Tacuatí, llegó a Concepción el ex embajador del Brasil en el Paraguay, Francisco Negrão de Lima, para mediar en el conflicto. La intransigencia de las partes hizo fracasar sus buenas intenciones.
Después de Tacuatí, y con el correr de los meses, las fuerzas de Morínigo comenzaron a atacar con el propósito de acabar con los revolucionarios en Concepción. Las recias luchas –con importantes pérdidas humanas y materiales– extendieron por el país y el exterior los nombres de las comunidades que fueron escenarios de los enfrentamientos, como San Pedro, Piripicú, Horqueta, río Ypané, río Jejuí. Cuando Belén –a 20 kilómetros de Concepción– cayó en manos gubernamentales, los revolucionarios entraron en pánico. Solo disponían de 2.300 combatientes para enfrentar a más de 8.000 “leales” que estaban rodeándolos.
Las fuerzas revolucionarias pasaban por su momento más crítico.
El coronel Ramos lo describe así: a) la proximidad de las líneas de defensa de Concepción podían ser perforadas en cualquier momento y lugar; b) las reservas de víveres daban para 30 días.
La zona que aún quedaba bajo el control revolucionario era de escasa producción; c) las comunicaciones terrestres con el Brasil estaban prácticamente cortadas, restando únicamente el río Paraguay para transportar las escasas provisiones que podían adquirir en la frontera. En adelante, solo de Puerto Murtinho. En esta tarea tendría que emplearse cinco días de transporte fluvial; d) lo que se consiguiera sería insuficiente para alimentar a las tropas y a la gran cantidad de refugiados que se albergaba en la ciudad; e) el problema más grave: la desmoralización que había cundido y que tomaba cuerpo en ciertas unidades que podría traducirse en una masiva deserción.
Frente a estos hechos se tomó la decisión de echarse al río Paraguay y llegar a Asunción con todas las embarcaciones disponibles, independientemente de su tamaño.
Después de la medianoche del 31 de julio de 1947 los revolucionarios se desprendieron de Concepción.
Los puertos ribereños estaban casi desprotegidos, pero aun así hubo algunos hostigamientos gubernistas que causaron bajas, como la herida del coronel Alfredo Ramos.
Hacia mediados de agosto, los rebeldes llegan a los alrededores de Asunción. El día 15 de agosto, los gubernistas –después de un gran susto parecido a la desesperación– atacan con ametralladoras pesadas, livianas, morteros, oportunamente llegados de la Argentina.

23 de Junio de 2010



ENTRE 1947 Y 1954 PARAGUAY FUE UN CAOS A NIVEL POLÍTICO - LA HEGEMONIA COLORADA TRAS LA CRUENTA GUERRA CIVIL
“La hegemonía colorada 1947-1954”, de Alcibiades González Delvalle, es un libro que retrata una de las eras más caóticas y anárquicas que viviera la república: la que siguió a la revolución de 1947, que terminó por instaurar verdaderamente en el poder al Partido Colorado. Tras la guerra civil en la que triunfaron, los colorados se dedicaron a una tarea de canibalismo interno que los dividió profundamente y sumió al Paraguay en un atraso económico y social tremendo.
Entre 1947 y 1954 se sucedieron siete presidentes: el general Higinio Morínigo, Juan Manuel Frutos, J. Natalicio González, general Raimundo Rolón, Felipe Molas López, Federico Chaves y Alfredo Stroessner. Solo este último lograría la estabilidad para gobernar realmente el país.
El libro de referencia, con detalles muy específicos de aquella época, será puesto a consideración del público el próximo domingo, con el ejemplar de ABC Color. Este volumen es el número 12 de la Colección La Gran Historia del Paraguay, editada por El Lector y que cuenta con un total de 20 libros.
En el siguiente extracto del libro de González Delvalle se puede notar a las claras cómo estaba pendiente el país de los vaivenes en la interna de la Asociación Nacional Republicana.
Y en medio de la lucha feroz en el interior del Partido, a la población no le quedaba más remedio que mirar con resignación a sus autoridades nacionales destrozándose en las alturas.
Frente a los hechos, se alzaba el rumor que muchas veces dañaba más el ánimo de la ciudadanía que los mismos acontecimientos.    El rumor, la delación, la intriga, la difamación formaban parte de la “política” para mantenerse en el gobierno o ascender a él.
En este juego diabólico se avasallaban los más elementales principios de decencia, de respeto, de consideración, de humanidad.
La población nada podía esperar ni de la Policía ni de las Fuerzas Armadas. Estaban igualmente encabezadas por militares políticos o políticos militares o policiales.
Las jerarquías estaban de patas para arriba. Un teniente, o un oficial, podía levantar a su unidad. Si algún éxito se vislumbraba en la subversión, el inspirador rápidamente conseguía la ayuda de sus jefes. En esta atmósfera, resultaba imposible esperar que el país avanzase ni un paso.



El mariscal José Félix Estigarribia, durante el desfile de la Victoria,
fue el impulsor de la Constitución de 1940.


EL PAÍS DEPENDÍA DEL PARTIDO
La salud, la educación, las fuerzas productivas, toda la actividad nacional dependía de la Junta de Gobierno del Partido Colorado, donde se trazaba el camino que debían seguir las autoridades nacionales. Pero también la Junta de Gobierno era de una inestabilidad sorprendente traducida, desde luego, en las gestiones gubernamentales.
Influyentes miembros de la Junta aparecían, de pronto, desalojados del Partido y del país. Su regreso suponía que les llegó el turno de la caída a quienes estaban arriba. La venganza sustituía a la doctrina partidaria.
Hablábamos de la educación. En qué momento se podría implementar un plan educativo cuando el ministro y sus inmediatos subalternos tenían que vivir equilibrados a la cuerda para mantenerse en ella, o empujar a los otros. Y así con la salud, la industria, la justicia, etc.
En sus largos años de llanura el Partido Colorado luchó con denuedo por la democracia, por su participación en las actividades nacionales, por la Convención Nacional Constituyente y muchas otras cuestiones. Pero ya dueño del poder, hizo exactamente lo mismo que había criticado desde la oposición.
Cuando el general Estigarribia impuso su Carta Política en 1940, el Partido Colorado la denunció con energía por dictatorial. Se pasaba, con razón, pidiendo la libertad de prensa ante las reiteradas clausuras de sus voceros. Expresaba con fuerza su disgusto por el uso arbitrario, del Estado de sitio. Daba la impresión de que cuando se hiciera del poder rectificaría todo.

24 de Junio de 2010



LIBRO APASIONANTE SOBRE LA HEGEMONÍA COLORADA
“La hegemonía colorada 1947-1954”, de Alcibiades González Delvalle, es el libro que la Colección La Gran Historia del Paraguay pondrá en circulación mañana sábado con el   ejemplar de ABC Color. Esta es una obra apasionante que trata sobre un periodo poco conocido y que se revela aquí en todas sus facetas.
El mismo Alcibiades, en esta entrevista, se refiere a una etapa de esos tiempos, reflejada en su libro, que es el número doce de esta serie editada por El Lector.
–¿El gobierno de Morínigo fue incorporando antes de 1947 a colorados en su gobierno?
–Sí, fueron muchos los colorados llamados por Morínigo a colaborar con su gobierno. Eran, principalmente, los llamados “colaboracionistas” –encabezados por Natalicio González– que tenían la convicción de que solo acercándose al poder podrían, en algún momento, quedarse enteramente con él. Los “abstencionistas”, en cambio, tenían otra idea: la presencia colorada serviría para legitimar una dictadura militar. Los colorados que colaboraron con Morínigo –al igual que con Gobiernos anteriores– lo hacían sin el consentimiento de la Junta de Gobierno. O sea, a título personal pero, de todos modos, no podían sacarse de encima su afiliación.
–¿Cuál era el discurso del Partido Colorado en la oposición? 
–En la llanura –que fue prolongada y ajetreada– el Partido Colorado predicaba por todos los vientos la libertad de prensa. Voces recias se alzaban indignadas cuando la Policía –de cualquier gobierno– clausuraba sus publicaciones y apresaba o enviaba al exilio a sus periodistas. Pedían a gritos que se instalara la Convención Nacional Constituyente frente, por ejemplo, a la de Estigarribia, de 1940. Se desgañitaban en favor del respeto a la pluralidad de opinión, que significaba, entre otras cuestiones, que ningún ciudadano, y colorado en particular, fuese reprimido por sus ideas. Pedían también, entre otros muchos asuntos, la administración honrada de los bienes públicos. Los frecuentes “comunicados a la opinión pública” eran admirables muestras de tolerancia.

25 de Junio de 2010
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